
Altea
Altea es un destino que parece haber sido concebido en un sueño, donde el azul del mar se fusiona con el blanco que adorna sus casas, creando una paleta de colores que despierta los sentidos. Situada en la Costa Blanca, esta joya mediterránea deslumbra a quienes la visitan con su encanto inigualable.
Al caminar por sus empedradas calles, uno se siente transportado a otra época. Las paredes encaladas de las casas, adornadas con flores multicolores, invitan a explorar cada rincón. El aroma del mar se mezcla con el de la bougainvillea y las terrazas repletas de vida ofrecen un refugio perfecto para disfrutar de una copa de vino mientras se contempla el horizonte.
El mirador de Altea es un lugar mágico, donde el sol se oculta en el mar, tiñendo el cielo de tonos dorados y lilas. Este paisaje no solo cautiva a los visitantes; también inspira a artistas de todas partes que encuentran en sus vistas un manantial de creatividad. Es un rincón propicio para la introspección, donde cada atardecer transforma el entorno en una obra de arte.
La iglesia de Nuestra Señora del Consuelo, con su cúpula cerámica azul y blanca, es el corazón de Altea. Desde su plaza, las vistas son simplemente espectaculares, y es un lugar donde la comunidad se reúne para festejar las tradiciones del pueblo. En festividades y mercados, el alma de Altea se hace palpable, unida por risas y música que resuenan entre sus calles.
En las costas, las calas de aguas cristalinas invitan a sumergirse en su belleza. Aquí, el sol acaricia la piel y cada ola cuenta historias de tiempos pasados. En Altea, el tiempo parece detenerse, permitiendo a los viajeros saborear cada momento con la intensidad que merece.
Así es Altea: un rincón de paz y belleza en el Mediterráneo, donde cada instante se convierte en un recuerdo atesorado, y donde la vida invita a ser celebrada, en toda su magnitud.